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No la cuenta dos veces. Juan Carlos Bouchard Bilbao (48 años) es el antofagastino que sobrevivió a una caída de 20 metros tras saltar en bungee en Pucón.
Desde la habitación de su hogar en Antofagasta -donde permanece recuperándose de las múltiples fracturas provocadas por el aterrizaje- cuenta con voz cansada que esta experiencia reveló la ausencia de seguridad que existe en Chile para el desarrollo de actividades etiquetadas como "deportes extremos".
Lamentablemente le tocó desmitificar al bungee como seguro. Y, claro, después de su accidente las acciones de esta "diversión" se desplomaron. Ya nadie quiere arriesgarse.
MARTIRIO
No es muy agradable estar en cama en verano por el calor. Tampoco le resulta atractivo saber que sus vacaciones en el sur de Chile se transformaron en un martirio para él y su familia, tras pagar -recuerda- los 35 mil pesos que le costó el salto que lo lanzó a la fama.
De todos modos una mala de decisión, aunque dice que si hubiera sido otra la persona, alguien más frágil, tal vez no se habría salvado. "Me ayudó la manera en que caí y también la forma que adopté en el aire", dice.
Bouchard reconoce estar demasiado dolorido. Mantiene problemas en las articulaciones. Esto también por las operaciones que ha sufrido. En total -dice- será, por lo menos, entre cuatro y cinco meses de recuperación después del salto.
¿Quién paga? Por ahora asegura que él ha estado cubriendo los gastos, aunque advierte que pretende recuperar su dinero.
En Pucón ya hay una acción legal a través de la fiscalía de esa localidad que está investigando los hechos que derivaron en su caída.
El aventurero recuerda que había tenido accidentes en su vida, pero ninguno de este tipo. Reconoce que le gusta arriesgarse un poco más de lo normal. Como creyente dice estar consciente de que Dios le brindó una nueva oportunidad. "No fue mi momento", reflexiona.
FAMILIA
También comenta que en estos días ha pensado bastante sobre la existencia. Juan Carlos Bouchard Bilbao es casado con Carla Morenilla y padre de dos hijos, de 11 y 14 años.
Agrega que a los efectos físicos hay que sumar el daño sicológico que sufrió su familia, que presenció la caída y el efecto de ésta. "Estoy muy agradecido de ellos, porque en todo momento me han acompañado. El problema es que a ellos también los afectó, fue como si hubieran saltado conmigo. Al final uno también reflexiona sobre las decisiones que toma y las consecuencias de ello en las personas que están con uno. Si la gente pensara siempre en eso, dejarían de hacer algunas cosas".
MEDIDAS
Pero retrocedamos. En la grúa Bouchard adoptó las medidas de seguridad para este tipo de acción, parecidas -dice- a las usadas cuando alguien sube a una montaña rusa. Ya en el vacío sintió que las cosas iban mal. De ahí en adelante recuerda poco.
Fue todo demasiado rápido, lo que no permite asumir el terror, ni pensar en la muerte, "aunque creo que ésta puede llegar en cualquier momento. En mi caso, pensé que estaba todo seguro pero sobrevino el error". Después del salto la mente se nubla y no hay más recuerdos.
Eso sí, aclara con vehemencia, que nunca más se lanzará en bungee. "Ni en cien años más me lanzaría. Se terminó aquello", anunció. Sensata decisión.
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